¿Aprietas con fuerza tu mandíbula mientras duermes, o incluso, durante el día?
¿Conoces el sentido biológico de rechinar tus dientes de manera involuntaria?
Según un estudio realizado por el Hospital Ruber Dental de Madrid, 7 de cada 10 españoles sufren bruxismo.
El sistema sanitario lo atribuye principalmente a los altos niveles de estrés y ansiedad de hoy.
En la infancia el bruxismo suele aparecer entre los 6 y los 10 años, y lo relacionan con el cambio de dentición.
Entonces según esto tenemos que si eres adulto el bruxismo es por estrés y ansiedad, y si eres un infante es porque estás cambiando los dientes de leche.
¿De verdad el cambio de dientes provoca bruxismo? Pero no sucede en todos los niños… unos sí otros no… Quizá debiéramos preguntarnos cuál es el denominador común entre los que sí y entre los que no. ¿No crees?
Por otra parte, en Brasil, un estudio realizado entre adolescentes muestra que los que rechinan los dientes sufren algún tipo de acoso escolar o bullying.
Mmm caliente, caliente…
Sé que cuando ya conocemos la respuesta, no podemos creer que otros no lo vean, que no sean capaces de deducir lo que parece tan obvio.
La ciencia y los medios diagnósticos han avanzado tanto, que el hecho de que las interpretaciones médicas y las propuestas de tratamiento para casi todo lo que es crónico vayan dando tantos palos de ciego, es para llevarse las manos a la cabeza. Sobre todo cuando las propuestas son meros paliativos. Sobre todo cuando existen soluciones más realistas.
Si sufres de bruxismo, el sistema sanitario se limita a recomendarte el uso de una férula de descarga, y, si acaso, que intentes llevar una vida menos estresante, que practiques algo de yoga, meditación, algún deporte…
Esas prácticas son excelentes para todo el que busca llevar una vida mínimamente saludable. Por supuesto que si estás con estrés o ansiedad maximizarás la expresión de cualquier síntoma, sea bruxismo, tensiones en tu espalda, dolores de cabeza, malestares digestivos… Lo que sea. Y si reduces el estrés, reducirás el malestar que sea. Hasta ahí estamos claros.
Pero si lo que buscas es dejar de apretar tu mandíbula de manera involuntaria, has de abordarlo yendo a la causa. Y la causa no es el estrés. La férula… pues mientras estés de brazos cruzados puede ser de ayuda, pero tampoco es que solucione mucho…
Imagina que encuentras manchas de humedad en una pared. Un experto en el tema, después de valorar el asunto, te dice que la solución está en que plastifiques toda la pared. Tú le miras con incredulidad…
– ¿Plastificar la pared? ¿Está usted seguro?
– Sí sí. Créame, lo hacemos a diario. Este problema es muy frecuente.
– ¿Y qué conseguimos con eso?
– Pues mucho. Si usted no plastifica, esto irá a peor. Con el tiempo se irá extendiendo por toda la pared. Respirar esto es muy perjudicial. Le traerá problemas de salud. Tendrá que dejar de usar la habitación. Plastificar la pared tan solo le supone unos 300 euros y se acaba el problema.
– Entonces si plastifico, ¿se solucionan las manchas?
– Uy no, no se van. La cura para eso no existe todavía. Pero quede tranquila que con las manchas se aprender a convivir. Si usted practica yoga o medita se sobrelleva bastante bien…
– Mmm entiendo, entiendo…
El conflicto de base del bruxismo
Todos los síntomas que expresa el cuerpo tienen un sentido biológico.
Puede ser que comprendamos, o no, lo que busca nuestra biología. Pero lo que expresa no lo hace por error.
Cada órgano, cada tejido, cada parte del cuerpo tiene su función biológica.
¿Qué expresa tu cuerpo cuando aprietas tu mandíbula con fuerza?
Vamos a repasar las funciones biológicas relacionadas con la mandíbula en cualquier animal:
- morder y masticar un bocado real de comida.
- pegar bufidos o morder para ahuyentar, atacar o defenderse de otros animales, y proteger así un territorio, las crías, la manada o a sí mismo.
Los humanos somos animales con un plus de complejidad
Nuestro cerebro funciona exactamente igual, añadiendo a esas situaciones lo simbólico, metafórico o virtual:
- morder y masticar un bocado real de comida, y también un bocado simbólico (una firma de contrato, una bonificación, un logro…)
- pegar bufidos o morder (en sentido figurado) para ahuyentar, atacar o defenderte de otros humanos que sobrepasen los límites contigo o con alguien a quien quieres proteger.
El conflicto básico en el bruxismo es no poder o no ser capaz de decir o hacer algo necesario como atrapar algo o defendernos de alguien.
El no poder hacerlo se vive como una fuerte frustración, impotencia y rabia.
- Quiero gritar lo que siento, pero no debo;
- Quiero defenderme, pero no puedo o no debo;
- Quisiera morder al otro y lastimarlo tanto como me lastimó a mí;
- Tan solo quería decir algo, pero mejor me callo.
¿Te suena?
En los casos que hemos abordado en consulta lo que encontramos con más frecuencia son situaciones de acoso escolar o laboral, o algún tipo de falta de respeto y sometimiento por parte de otra persona del entorno cercano.
¿Qué es la indefensión aprendida?
La indefensión aprendida se refiere a la creencia de que no se puede controlar ni influir en situaciones adversas, incluso cuando existen oportunidades reales para hacerlo.
Este concepto se originó a partir de estudios realizados en animales por el psicólogo Martin Seligman en la década de 1960, y posteriormente se aplicó a la psicología humana.
En experimentos, se observó que animales sometidos a situaciones de estrés o aversión continuada, como descargas eléctricas incontrolables, desarrollaban una actitud pasiva y resignada, incluso cuando posteriormente se les ofrecía la posibilidad de evitar o escapar de la situación.
Este fenómeno se extrapola al comportamiento humano. Cuando percibimos que nuestras acciones no tienen impacto en el entorno o en nuestra vida, adoptamos una mentalidad de indefensión aprendida.
Imagina que tienes una necesidad. Intentas solucionarlo pero nada funciona. Pides ayuda y nadie te la brinda. Tu cerebro entendió que como no sirve de nada cualquier intento, entonces ya no te permite actuar para ahorrar energía.
Esto puede conducir a una sensación de impotencia y desesperanza, afectando negativamente nuestra salud mental, emocional y física.
Al asumir esa impotencia y desesperanza, tu cerebro aprendió a no defenderse, a someterse.
Este aprendizaje se aloja en el subconsciente: el desamparo y el sometimiento se han automatizado.
¿Cómo puedo liberar la rabia y la frustración que sentí o que siento? ¿Puedo borrar ese automatismo?
Si quieres des-automatizar esto, es necesario que recurras a técnicas que de verdad “sepan” llegar al subconsciente.
Con razonamientos lógicos, afirmaciones o psicología convencional tendrás tanto éxito como explicarle a un bebé que llora desconsolado que si se calma permitirá que su mamá esté en un modo más zen para solucionar lo que sea que le pase y será beneficioso para ambos.
Las estrategias más efectivas que yo conozco para llegar al subconsciente son justamente las seleccionadas para diseñar los protocolos de descodificación biológica: PNL, hipnosis ericksoniana, terapia regresiva, liberación emocional…
Eso sí, asegurándonos de que el consultante trabaje siempre en contacto con las sensaciones físicas de su cuerpo.
Si usamos esa llave (PNL, hipnosis…) para acceder al subconsciente y no llevamos a la persona a que libere lo que sus tripas sintieron, lo que quedó congelado en su cuerpo, no estamos haciendo nada. Pero nada de nada. De verdad.
He visto verdaderos artistas usando esas llaves, logrando con mucha destreza que alguien entre en modo hipnosis, para luego marear a la persona con preguntas dirigidas al pensamiento racional:
“¿por qué crees que actúas así? ¿a qué crees que se debe? ¿cómo podrías actuar la próxima vez?”. No nos sirve, lo siento.
No servirá mientras no liberemos el resentir visceral de ese desamparo aprendido. Una vez tu cuerpo (tus tripas) exprese esa rabia, esa ira retenida por tanto tiempo, ya no necesitará seguir apretando la mandíbula: durante el protocolo ya bufó y mordió a quien se había quedado con ganas, ahora puede relajarse.
Después, ya puedes aplicar toda la lógica y los razonamientos que quieras a reconducir tu comportamiento y aprender a poner límites sanos, a proteger a los tuyos y protegerte tú, sin dañar al otro.
Otra forma bastante fácil de “terapia sin terapia” y muy efectiva al mismo tiempo, son las esencias florales. Se adentran en nuestra psique de una manera amorosa y sutil. Sanan nuestra energía desafinada armonizándonos gota a gota con su vibración.
Curiosamente, los hombres que me han consultado han referido tratar su bruxismo únicamente con esencias florales, antes que combinarlas con sesiones de descodificación biológica.
Creo que puede deberse a esa practicidad más característica en ellos. Las mujeres solemos estar más abiertas a “abrir nuestro interior” y compartirlo con alguien más.
Si me conoces ya sabes que me gusta testar las esencias apropiadas para la situación particular en cada caso. Pero igual te voy a hablar de las idóneas para lo que suele esconder el bruxismo.
Acebo: para la ira y la rabia contenidas, y para sanar el amor propio dañado.
Centaura: para salir del sometimiento.
Cerasífera-Cerezo: para el miedo a perder el control. Cuando hemos estado programados en controlar y reprimir lo que de verdad sentimos, hay tanta presión contenida que podemos alternar entre seguir reprimiendo y expresiones violentas y descontroladas.
Pino: para el sentimiento de culpa por dejar de ser la niña buena, el niño bueno, por dejar de cumplir expectativas ajenas.
Estrella de Belén: promueve estados de transmutación, permitiendo reorientar la forma de llevar nuestra vida.
¿Puedo evitar la indefensión o sumisión aprendida a mis hijos, sobrinos, nietos…?
Esto es tema para otro buen artículo. Pero puedo invitarte a reflexionar acerca del adultocentrismo que impera en nuestra sociedad.
¿Y qué es el adultocentrismo? Es cuando las necesidades y los intereses de los adultos están por encima de las necesidades de los niños y adolescentes, e incluso de los bebés.
Muchas veces, más que necesidades, son las antojadas de los adultos, las que están por encima de las necesidades de niños y niñas.
Estoy segura te horroriza leer esto, pero cuando abras los ojos a esta realidad verás lo normalizadas que están estas situaciones, cómo se dan de manera continua delante de tus narices sin percatarte.
Incluso, cómo colaboras y propicias esas situaciones sin ser consciente del daño y la programación que provocamos en la infancia.
¿Te suena lo de “déjale que llore que así aprende”? ¿Cuántas veces has dicho lo de “tienes que ser bueno y comértelo todo / darle un besito / no protestar / estarte calladito, calladita / sonríele, anda…”?
¿Y lo de “porque lo digo yo y punto / porque yo mando”?
Y es que no nos damos cuenta, pero vivimos en una sociedad obsesionada con la independencia de los bebés y los niños pequeños, y al mismo tiempo les subestimamos.
Pero, lo dicho, esto da para otro artículo. O para un buen libro. O para seminarios enteros.
Mientras, las esencias florales son de mis preferidas para realizar procesos de manera amorosa y delicada.
Un terapeuta floral sabrá hacerte el preparado ideal para ti y para tus peques.